viernes, 6 de julio de 2012

En medio de la calle había un pequeño quiosco de prensa, que nunca fallaba. Siempre permanecía disponible para todo aquel que quisiera comprar el periódico del día, la colección de turno o las revistas de moda.

Una quiosquera siempre a pie del cañón, hasta que el estrés, los problemas con los vecinos y la falta de solvencia en su bolsillo, le hicieron ver que la vida no debe ser estar en plena calle para solventar todos los problemas del mundo. Nadie se merece soportar la pesada columna de trabajo y problemas del día a día, sin algún que otro aliciente. 

Así pues, un buen día metió todas las revistas, colecciones y enseres periodísticos dentro del pequeño habitáculo que se hacía llamar: Quiosco Santa Olaya. Recogió las últimas migajas de su vida en aquel lugar, su taza de café y algunas galletitas, bajo la responsabilidad del cierre y la cerradura que dejaría a buen resguardo el lugar. Y finalmente después de mucho tiempo consiguió poner el cartel:



PD: queridos lectores, lo dicho me tomo vacaciones y espero volver muy relajada nos vemos a la vuelta, ¡¡ser felices!! ¡abrazos a todos!
miércoles, 4 de julio de 2012


foto de imaginariadelalma.blogspot.com


El sol empezaba a ocultarse detrás de las colinas, dejando ver a modo de despedida,  los últimos rayos anaranjados que daban un aspecto de calidez y ternura al antiguo paisaje de campos dorados.

En su lugar, un manto de estrellas cubre el cielo,  presidido por una luna llena que empezaba a brillar con todo su esplendor,  tras la huida de su enemigo.

Por la carretera que recorta el paisaje en dos,  circula un coche negro que rompe el pulcro silencio de la noche con la música de la radio. Dentro del mismo, solo hay dos ocupantes  nerviosos, que toman el camino que lleva a los terrenos cultivados por algún vecino del pueblo cercano.

Sin más preámbulos y con una marcada impaciencia, estacionan el vehículo cerca de una de las lindes, donde permanecen sentados con la única compañía de la música. A la espera de ver quién da el primer paso, a lo que tiene pinta de ser su primera noche loca.

Con la inseguridad reflejada en unas manos temblorosas se acerca a su cuello, ella siente el cosquilleo de su aliento y despacio le corresponde besando sus labios. Sus manos lentamente resbalan por sus brazos y las de ella desnudan su espalda. 

“ Buenas noches, interrumpimos la programación musical para informarles , que según nos ha informado la Clínica Mental Santa Ana, han desaparecido dos enfermos.  Según la rueda de prensa que ha dado dicha  Clínica, no son enfermos peligrosos pero se ruega la colaboración ciudadana para localizarlos cuanto antes, ya que se cree que posiblemente ronden los alrededores. Cualquier información que puedan aportar, llamen al 012.  Gracias por su colaboración y sigan disfrutando de la programación.”

-         - ¿Locos?, oye Juan, porque no nos volvemos me da muy mal rollo esa noticia, estamos lejos del pueblo, ¿y si nos los encontramos?

-         -Que no Sandra, no tengas miedo, precisamente porque estamos lejos no creo que lleguen aquí.  Mujer, no cortes el rollo…

Con ganas renovadas consigue que la cremallera de su vestido descienda tras sus exigencias y la de su pantalón tras la de ella.  Haciendo malabares, abandona el asiento del copiloto pasando la pierna por encima de su cintura, el volante la aproxima hacia su comisura. 

Bajo quejidos, suspiros… sus labios empiezan a rozar sus pechos y  los de ellas siguen el surco de su frente acabando con un te quiero. Ya en una postura indecorosa los ojos de ella se cruzan con los del mirón, que les observa desde la ventanilla trasera.

De su garganta surge el grito desgarrador del susto y desde el otro lado del cristal solo se escucha:

-         - No temas mi adorada Dulcinea, te salvaré de las indecorosas fauces del Caballero Errante que te tiene prisionera en este cuartucho de hojalata. ¡Sancho! Acércame a Rocinante y desenvaina mi espada, pues de mis flacas carnes ya no sale fuerzas para el que hacer que te ordeno.

Petrificados por el pánico, observan a aquel personaje salido de cuento, con bata de hospital, pelo y barbas canosas, cuerpo enclenque y cordura perdida en el más allá. Sin salir de su asombro ante tremendo hallazgo, se incorporan en sus respectivos asientos. 

Se mira el uno, se mira el otro y con la boca bien abierta solo aciertan a decir: “¡¡pisa a fondo y salgamos de aquí!!

Viendo que el coche se alejaba, levantando polvo a su paso,  el supuesto hidalgo echó a correr tras ellos, en lo que le decía a su acompañante:

-         - ¡Sancho! Ese maldito caballero se lleva la razón de mi existir. Aprieta el paso, hábil  escudero que si se lleva a mi adorada dama, yo pierdo el corazón y hasta la cordura.
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