martes, 7 de agosto de 2012
Manolito después de su siesta.


Hace algún tiempo que en mi habitación tengo un despertador ideal, a parte de ser mono, es muy efectivo. Con él nunca te duermes, nunca se te pasa la hora y como consecuencia siempre cumples con tus obligaciones diarias. Le da igual que día de la semana sea, que nunca falla, sí o sí te despierta.

Tan solo te da tregua los fin de de semana, que es cuando te deja alguna hora más en la cama. Pero en cuanto la hora llega la alarma se pone en marcha, entonces te avisa sutilmente con un aire casi inapreciable en la frente. Si eso no funciona, entonces lo intenta posándose encima de tus brazos, y si aun así te resistes, emitirá un pequeño maullido. Al final consigue su objetivo, que abras el ojo. En esos momentos desearías desconectarlo, pero no lo intentes, porque no tiene botón de apagado.

Ahora que tú ya te has levantado, te has lavado, peinado y desayunado… intenta activarlo de nuevo, el animalito despierta pero no le gusta ser despertado. Así que puede ser que se dé la vuelta, puede ser que se haga el dormido hasta que desistas en tu intento o si no le apetece esperar, puede ser que te eche la dentellada, que es más efectivo. En cualquier caso él cumplió con su obligación y ahora le toca a él no ser molestado.
jueves, 2 de agosto de 2012

 
foto de la web fmaesteban.blogspot.com

Como cada mañana piso el suelo de la misma cafetería, un sitio pequeño y coqueto de paredes de madera, con taburetes y pequeñas mesas en apenas unos metros cuadrados. Un lugar donde los camareros te ponen una nube de leche en el aromático café, aunque tú nunca lo exijas.  Pido lo mismo de siempre: descafeinado de sobre y tostada de tomate.

Sin embargo hoy no parece el mismo sitio, hay algo diferente y es esa mirada suya, la del peón que la vida puso en mi camino. Un hombre moreno, alto y musculoso que parece simpático y perfecto.  Ese hombre que con su mirada me ha hecho sentir desnuda, sensible, importante y hasta única. A mí, una persona bajita, ancha de caderas y de aspecto débil: la reina.

Mueve ficha, se acerca dos puesto poniendo al descubierto sus manos y dejándome verlas, llego a la conclusión de que me encantan. Mi turno, me enderezo en la silla y lanzo mis piezas dos puestos más adelante, sus ojos se posan en ellas. Responde a mi ataque preguntando: "¿el café con leche templada y la tostada con mucho tomate?", retomo mi ataque mordiéndome los labios y respondiendo: “si, así es perfecto”.

Contraataca en cuanto terminamos y pagamos la cuenta, me da el cambio en la mano deslizando  suavemente sus dedos por la mía, mientras mis ojos se pierden en los suyos y termina dedicándome un sutil “gracias”. No tengo respuesta, no hay contraataque, me siento tocada y hundía, ha hecho jaque mate a la reina.
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