sábado, 1 de septiembre de 2012


foto de todoparamamas.com.ar

Cuando abrió la puerta descubrió que nada estaba igual a la última vez que cruzo el quicio de la misma.

Las paredes blancas habían cambiado a un azul claro, la estantería repleta de novelas de misterio y suspense,  había sido desnudada y revestida de pequeños enseres de higiene infantil y peluches. Del techo ya no colgaba la lámpara moderna con tres flexos, sino una azul oscuro con animalitos que hacia juego con las nuevas cortinas. Y finalmente tampoco quedaba nada de aquella mesa de cristal repleta de papeles y adornada con aquel portátil que iba a pedales, a cambio lucia en el centro una cunita blanca con una colcha de color azul, blanco y rosa.

Pero había algo más en aquel cambio material, algo más que no se percibía a simple vista, estaba en el ambiente. Era un olor dulce, tierno, era un olor suave y agradable. Era una actitud, algo emanaba emoción y ternura al mismo tiempo. 

Movida por la curiosidad se fue acercando poco a poco a la cuna, y allí dormido entre las sábanas, con los puñitos cerrados y en pleno sueño, encontró a Isaac. El nuevo rey de la casa.

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