domingo, 16 de septiembre de 2012



Recreación del cuadro "Sol de la mañana" de Hopper en el museo Thyssen
 
Cinco minutos después de cruzar aquella puerta, me aferré a la mano de Hopper y empecé a descubrir un New York que no conocía. 

Grandes arquitecturas urbanas cruzadas por avenidas anchas, donde al otro lado del cristal descubres a una criada haciendo la cama o a una oficinista con papeles de aquí para allá. 

La vida cotidiana mezclada con el disfrute de una obra de teatro desde la primera fila o de la compañía de personajes tan dispares como un payaso, una prostituta o un coronel, en un café. 

Desde la lejanía escucho el ferrocarril que da paso a una puesta de sol donde los naranjas, verdes y azules se entremezclan formando el mejor cuadro que puedo ver desde la ventana de la habitación del hotel.
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