viernes, 21 de diciembre de 2012


foto de la web www.ojocientifico.com   


Se resistía en la pequeña puerta de acceso, se negaba a entrar aunque solo fuera a empujones, pero su destino estaba en el otro extremo de la puerta.  Tomo carrerilla y con una sola patada que le dio, calló a trompicones escaleras abajo. Segundos más tarde su inquilino cerró la puerta y se preparó para pasar una larga temporada sentado en su regazo, envuelto en la manta del miedo esperado el temido final.

Llevaba horas haciendo recuento de los víveres que había guardado, de las botellas de agua que todavía quedaban por usar, de los cartones de huevo que había tenido que emplear para cubrir las paredes, así como de los huevos que se había tragado en los últimos meses. Había hecho recuento de todo una y otra vez y había llegado a la conclusión que entre sus planes lo primero que se le escapó fue el tiempo de espera. Con este no contó y le había hecho perder ya la tercera vela que se consumía lentamente al ras del suelo, además de la poca paciencia que había acumulado.

No había habido nuevas noticias por el momento, no sonaban golpes, ni entraba agua por la puerta, ni ceniza, ni nada de lo que se supone que debería pasar. Ante el aburrimiento de la espera  y el desconcierto de la falta de noticas, decidió correr el riesgo de asomar su gran nariz por una pequeña rendija de la puerta. No había moros en la costa y todo parecía normal, salvo algo que había encima de la mesa. Una evaluación rápida del riesgo de salir a campo abierto, que fue perdedor de un pulso contra la curiosidad.

“Querido amigo, Hemos cambiado de ERA por lo que te dejamos el nuevo calendario Maya. Deseamos que te guste y que la nueva sea mucho mejor que la anterior,  con afecto ACAMAPICHTL”
miércoles, 19 de diciembre de 2012


Para los de aquí, los de allí, los que están cerca, los que están lejos, para los que son amigos, los que son familia, para los compañeros de trabajo, los compañeros bloggeros, para los que de vez en cuando pasan por aquí, para los que siempre pasan, para los que alguna vez dejaron un comentario, para los que todavía permanecen invisibles, para los que vienen de falsaria, los que llegan desde Twitter, para los que llegan cliqueando en una imagen, para los que no paran de leer, para los que solo leen una frase, para los que leen picando entre horas, para los que leen después de cenar, después de comer… para todos… 

¡!YA PODEÍS VOTAR POR NEURONAS REVUELTAS EN LOS PREMIOS 20BLOGS!!

Hay mucha suerte que repartir, así que ¡suerte a todos!





domingo, 16 de diciembre de 2012


Aquella cena se había convertido en un auténtico infierno, y  Squonk estaba convencido de que a él le había tocado la parte más complicada de todas. Hubiera preferido cocinar el chocinillo en salsa de moho con guarnición de sepas a la tiojana o sacarse la cera de las orejas para iluminar la casa, pero no, de eso ya se encargaría Capurnia. A él le correspondía darse un paseo hasta el centro comercial El Corte Monstruoso y comprar lo más destacado de la noche: el anillo.


Resignado ante su destino,  Squonk se postro ante el cristal del  mostrador con la esperanza de encontrar algo bonito y barato que encajara en el “tremendo” dedo de su futura esposa.  Pero sus esperanzas se vieron mermadas cuando comenzó a desfilar ante sus ojos números de dos y hasta tres cifras, en una auténtica variedad de anillos.

Los había de oro, oro blanco, plata, acero, contrachapado, con piedras, con perlas y con diamantes, pero ninguno encajaba con lo necesitaba para Capurnia. Porque bien ella era alérgica al oro, las piedras no le gustaban a su monstruosa suegra, las perlas no estaban bien vistas por su madre,  los diamantes eran demasiado caros para su bolsillo, la plata y el acero no era adecuado según su futura cuñada y ni hablemos del contrachapado… a su suegro le daría que pensar que su futuro yerno comprara esa “porquería de metal”. De este modo se lo hizo saber a todas las dependientas que muy solicitas prestaban su ayuda  y siempre obtenía la misma respuestas: lo siento señor, no tenemos nada que se ajuste a sus necesidades.

Con la cabeza gacha y el ánimo por los suelos se aproximaba ya a la puerta de salida cuando se topó con un joven de unos veinte monstruoaños que repartía publicidad: Tenga señor, ¡joyas impresionantes a precios monstruosos!. Era la última oportunidad para salvar su compromiso.

Acessorios Monstruosos, rezaba en el letrero que daba paso a la entrada y tras el que se podía observar los bolsos, pañuelos, gorros, guantes, collares... que colgaban de las paredes, los muebles y los estantes que rodeaban un pequeño mostrador al fondo del estrecho pasillo. Apoyado sobre este había un letrero en el que informaba a la clientela de que se hacían  anillos a medida, la cara de Squonk se iluminó  al instante.

Diez de la noche. Capurnia permanecía con los ojos bien abiertos al igual que el resto de la familia, mientras Squonk deslizaba el anillo lentamente por su dedo. Un silencio incomodo se extendía por toda la cueva, desconocía si era un silencio desconcertante, temeroso o emocionante, pero aquel silencio pareció durar una eternidad. Finalmente alguien exclamó:

Pero este anillo no es ni de oro,  ni oro blanco, ni plata, ni acero, ni contrachapado...

-  No, es de alambre.

-  Ohh!! – exclamaron todos a la vez.

pero... ¡¿tiene una perla?!

-  No, es un botón.

- Ahh!- de nuevo se volvió a escuchar todas las voces a la vez, tras lo que surgió de nuevo el silencio.

Cinco minutos más tarde la familia al completo junto con Capurnia, aplaudía complacida y el futuro suegro de Squonk le estrechaba entre sus monstruosos brazos exclamando: chico, ¡¡eres un yerno monstruoso!!


PD: dedicado a Nelia y a su hermana por hacerme propietaria de los tres anillos de la foto y del relato ;) Un abrazo inmenso!!


 

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