lunes, 26 de agosto de 2013



Éramos cuatro y un gato, hacinados en apenas cuarenta metros cuadrados. Cierto que el espacio era pequeño, pero era nuestro hogar y como tal nos resultaba un lugar cómodo y agradable donde vivir. Estaba situado en la calle San Luis, una calle tan independiente que parece una isla urbana en medio de tantas otras del barrio. 

Que yo recuerde siempre he vivido ahí, y lo cierto es que nunca ha cambiado. Está llena de especímenes raros, inigualables e insuperables y quizás eso también la haga tan especial. 

Confieso que muchas veces he deseado irme a vivir a otro lugar, sobre todo ahora que una va alzando el vuelo, pero cuando me pongo a ello me entra la morriña y al final siempre lo dejo por imposible. Tanto es así que el mes pasado me mudé del número cuatro al número dos, justo al bloque de al lado.

No me arrepiento, o quizás con el tiempo igual sí, pero de momento estoy feliz en mi pisito de cuarenta metros cuadrados con terraza y por supuesto, en la CALLE SAN LUIS. 


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