lunes, 2 de septiembre de 2013


Se había vuelto una costumbre, un vicio incontrolable. Cada mañana antes de tomar el primer café, antes de pasar por la ducha, me asomaba a la terraza. Si, en pijama, con lagañas y con el pelo revuelto, así me asomaba a la calle San Luis. Me estiraba mientras disfrutaba de la tranquilidad de la mañana, mientras absorbía el poco frescor que dejaba el mes de agosto a estas horas y sobretodo disfrutaba del silencio que otorgaba el descansar nocturno vecinal. 

Así de esa guisa, estaba yo cuando un "buenos días" rompió con mi rutina. No, no lo esperaba, era un buen día cortante, repentino, disuasorio, una llamada de atención de la Pepi. 

La Pepi…, la dichosa vecina de mis padres y que para colmo da con mi terraza. Su tía la había criado desde niña y cuando la pobre no la soportó más se fue dejándole la casa como herencia: “era buena hasta después de muerta” era la cantaleta que siempre decía y con razón.

La Pepi, es un misterio. Ahí con su melena pelirroja, con sus labios perfectamente delineados en rosa y su cigarro en la comisura, salía de casa a un trabajo desconocido. Sabías cuando salía, cuando volvía, pero no a donde. Y lo sabías porque el cotilleo era la mayor parte de su conversación, que como era de esperar, compartía con el resto de vecinos.

Así que te puedes imaginar cómo me quede al verla, parada frente a mí en su terraza, con la media sonrisa y casi frotándose las manos. Tenía cotilleo fresco, del bueno, la estupenda hija de la familia Martín en bragas. Porque sí, se me olvido ponerme los pantalones anoche, porque  si, estaba tan cansada que se me olvidó quitarme el rímel, por lo que de seguro que mi cara se parecería mucho a la de un oso panda y porque sí, me puse la primera camiseta que cogí del cajón, esa que te queda pequeñísima con dibujos infantiles. 

Así que aquel buenos días no era uno normal, no era uno de esos que das por cortesía, era un “que gusto verte así”. A estas alturas apostaría que la enorme generosidad de la Pepi ha corrido como la pólvora por toda la calle San Luis. 



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