viernes, 14 de marzo de 2014



Tumbada en la cama, arropada hasta arriba con los brazos por fuera y mirando el techo, pensaba en lo que estaba sucediendo al otro lado del tabique. Era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera los dos juntos en una velada nocturna. ¡Arg! ¡no! Eso no quería imaginármelo ¿pero qué otra cosa podía ser...?

La duda me mataba, las excusas iban y venían, intentar averiguar lo que ocurría al otro lado del tabique se me antojaba difícil.  Pensé en mil cosas, desde llamar por teléfono a mis padres hasta de acercarme a su casa con la escusa de pedirle un poco de sal... pero todas eran opciones inútiles…¡Mierda! ¡Esta mujer me tenía en ascuas! Y todo por  culpa de esta dichosa calle, si yo no vivieran con un nido de cotillas estas cosas no se me pasarían por la cabeza ¡todo se pega!

Quizás tendría que quedarme con la duda, o esperar que a Pepi se le escape algún comentario de su magnífica noche, a menos que… ¡La terraza!, ¡eso es! Con lo silenciosa que está la noche seguro que se puede escuchar algo más que a través de la pared.

Así que sin dudarlo me levanté, me planté la bata y salí a la fría noche en pijama. Pero claro me quedé como tonta plantada ante la barandilla de la terraza de la vecina, porque ni se veía, ni se escuchaba nada. La puerta estaba cerrada a cal y canto, así que el ruido era amortiguado,  solo podía ver la luz encendida de su comedor... Mira tú qué lista... ¿y ahora qué?

Estaba igual que en el baño. Intenté estirarme todo lo que pude, al fin y al cabo que de su terraza a la mía solo había 30 cm de separación, vamos que el que hizo el bloque para que iba a pensar en la intimidad del prójimo… Ahora con todo y eso, no llegaba ni a ver, ni a escuchar nada por más que me estiraba, a menos que… no, eso es una locura.


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