viernes, 10 de octubre de 2014


Puede llover fuego, caer meteoritos, haber erupciones volcánicas... pero estoy segura que si el yogurt sobrevive, Manolo también.

Y es que Manolo es un adicto a este manjar, le gusta con trocitos de fresa, de piña, con cereales, de estilo griego... inclusive los petisuis y las natillas... vamos todo lo que tenga textura cremosa y dulce, ¡le pirra! Tanto que algunas veces he pensado que deberíamos llevarle a una clínica de desintoxicación, porque no es normal que aun estando requeté dormido se levante o que estando en otra habitación salga justo en ese momento. Se las sabe todas...

Algunas veces, no muchas la verdad, le pilla un poco lento así que levanta la cabeza con los ojos medio cerrados y espera ese ansiado “clic, clic” que tanto le gusta... entonces se levanta, se sienta en la silla justo al lado de la mensa y  junta sus cuatro patitas a la espera de la frase mágica: "Lito, mira ¡yuuu!" y ya no hay gato. Le puede pasar una apisonadora que el tío no deja de seguir la cuchara con los ojos fijos, ¡que paciencia tiene!

Yo creo que si Manolo pudiera hablar diría algo así: yo por el yogurt MA-TO! jejej.

jueves, 9 de octubre de 2014



La vimos salir con una maleta inmensa, con una de esas que llevan cuatro ruedas. La empujaba con entusiasmo mientras que con la otra se apoyaba en la muleta. Cualquiera diría que Encarni se iba de vacaciones, en lugar de a una simple operación y sin embargo avanzaba por la calle haciéndose cada vez más pequeña.

Antes de irse, había sembrado la duda en nosotros. Algo se traía entre manos y lo mantenía bien oculto, llevaba toda la semana entrando y saliendo con cajas de cartón, cuchicheando con el marido, con las hijas que vigilaban a la Gaceta que siempre andaba merodeando a ver si pillaba algo… lo cierto es que Encarni guardaba aquel secreto como oro empaño y ahora a las seis de la tarde se alejaba con él.

- Allí va… Encarni con su maleta….- comienzo diciendo Pepi mientras miraba desde la terraza como se alejaba. En la acera en corrillo, permanecían igual de atentas Mácu, la Gaceta y Merche.
- Sí, y con su muleta…
- Si, con su tapper bien preparado…
- ¿Tapper? ¡Ea, chocho! ¡Qué va a operarse!.-
- Si, pero toda precaución es poca… a ver si la van a dejar escurrida en el hospital mira que con los recortes…
- ¡Hija! que no ve que está la muchacha de buen ver.- excepto La Gaceta, siempre sincera ella.- a demás no creo que la dejen si comer… ¿no?
- Tranquilas, que si eso ya la llevamos un buen café y se entona…
- Pero si solo va a estar un día… - respondí mientras abría la puerta del portal, ninguna se había dado cuenta que estaba allí desde el principio y la verdad es que tenía la intención no ser escuchada, pero parece ser que lo dije más alto de lo normal…
- ¿Un día? Eso es muy poco… tendrá que estar una semana.
- Como mucho dos.
- Cuatro días, ni uno más ni uno menos.
- El duro para ti María.
- ¡Ea chocho! tú qué sabes si no eres médico,  igual la muchacha sabe de estas cosas.
- Que va a saber. Pues no ves mi marido, con las operaciones que lleva encima…, que no puede comer de nada, que el corazón lo tiene más seco que la mojama… si te contara lo que le dijo el otro día el médico, y que…


- Para María, para... Déjate de contarnos tus monsergas no ves que ahora lo más importante es que nuestra vecina esté bien.- y  que regrese y nos cuente su secreto. Es lo que estoy segura que pensaba Pepi mientras miraba la figura de Encarni que cada vez se la veía más alicaída, más pequeña y frágil.


Allí nos quedamos las cuatro viendo alejarse a nuestra vecina mientras ella se volvía saludándonos con la muleta y nos soltaba “Me echareis de menos ¡eh! que esta calle no es la misma sin mí”

- Pues vosotras diréis lo que queráis, pero yo a la Encarni la veo muy bien. Ya nos soltó su famosa frasecita....- la Gaceta desplegó el periódico y se alejó haciendo como si aquello no hubiera sido de su incumbencia.




martes, 7 de octubre de 2014


Al otro lado de la puerta estaba él, de pie, mirándola con aquella intensa mirada azul en la que podía perderse. Un solo paso y su mano se fundía en su cintura mientras sus labios buscaban los de ella. Un beso, un largo beso que fue el preludio de aquella noche, en la lentamente cerraban la puerta. En la que no hubo palabras, solo miradas que dibujaban lo que en el fondo anhelaban.

Sus manos fueron recorriendo su cuerpo mientras las velas se consumi… ¡auch!, mientras se consumía mi paciencia con aquella niña que resulta repelente colgándose de la barra que hay a mi derecha como si fuera un mono, mientras su madre habla sin parar con su superamiga ajena a que su adorada criatura me anda tocando la espinilla cada dos por tres,  y que además lo acompaña con todas la banda sonora del famoso cantajuegos que hasta yo me voy a poner a cantar la Gallina Caponata solo por pegarle un sopapo a la mocosa, ¡sin que se de cuenta su madre!

¡Uff! por fin, por fin se largan, bajo mi despreciable mirada... ¿por donde iba? así si, por sus manos fueron recorriendo su cuerpo mientras las velas se consumi… próxima parada… ¡mierda! A veces leer es una tortura más que un placer...



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