viernes, 8 de mayo de 2015

El finde semana pasado nos fuimos de pendoneo y dejamos a Lito de amo de casa, no sin antes advertirle: "Lito te quedas solo unos días, ten cuidado y cuida de la casa, no hagas el cabra y sobretodo no te subas a los sillones". Nos miraba apenado, pero creo que solo era una forma de disimular.

Tres días más tarde regresamos. Cansados, con retrasos en el metro, arrastrando los pies y Lito nos recibió con una alegría desbordante, tanto que estaba afónico. Ahh pero amigo no sabremos nunca que pasó en esos tres días tan solo que el tarro de la comida terminó en el comedor, el del agua en mitad de la cocina, la comida esparramada por todos lados. Vamos que aquí el bichino se montó la juerga padre!!

jueves, 7 de mayo de 2015



Aquella primera cita con Carlos terminó con las medias por los suelos y no de la manera que me hubiera gustado,  la verdad. Salí de allí como viento que lleva el diablo arrastrando la vergüenza y aguantando las lágrimas que amenazaban con inundar mis ojos. 

Salí corriendo hacía mi calle con aquellos pequeños tacones, tropezándome en cada alcantarilla, con el bolso abierto e implorando en secreto al universo que me tragara la tierra, que desapareciera del mapa. Había hecho el ridículo más espantoso del mundo y ahora lo único que recordaba de aquella escandalosa cita era la cara de sorpresa de Carlos.

“¿Qué pensaría de mí? ¿Qué soy una imbécil? ¿Una ridícula? No, algo peor…  quizás piense que soy una…” Choqué contra Chema justo al girar la esquina de mi calle.  

-Mujer mira por donde andas ¡hombre!. Pero… ¿qué te pasa?
-No… nada…yo.- y como si fuera un alma en pena me fui acercando poco a poco a mi portal, intenté abrir la puerta lo más rápido posible y perderme en el vacío de mi piso,  pero una mano se posó sobre la mía. Unos ojos vidriosos me miraban con ternura.

-¿Quilla que ha pasado?
-Merche yo… es que…- me desplomé sobre el umbral del portal y empecé a llorar como una madalena.
-¡Ea! Llora, llora lo que necesites y ya me cuentas después… -Merche me daba palmaditas sobre el hombro.
-Toma.- un pañuelo blanco apareció delante de mí, era Chema que se había acercado.- límpiate esos ojos muchacha que parece que te han dado dos puñetazos con tanto rímel corrido.
-Gracias…, a los dos… pero mejor me voy a casa,  ya se me pasará.
-Está bien chocho, pero dime una cosa ese chico te ha hecho algo…
-No, no nada de verdad
-¿Seguro? Porque  como se haya propasado saco la barra de cerrar el toldo y me lio con él…
 -No, de verd… 

Carlos apareció por la esquina corriendo y se paró en seco al vernos allí a los tres. 

-No será este el dichoso amigo…- dijo Chema con una mirada desafiante que nunca le había visto, adelantandose un paso y poniendo las manos en jarras. Sacó pecho y con altitud altiva le contestó.- Tú minundi ¿qué le has hecho a la muchacha?

miércoles, 6 de mayo de 2015


Hablando con unos amigos el otro día recordé un libro grande, pesado y con muchas historias. Por eso cabe hacer una advertencia antes de que continúe con la “reseña”. Si quieres leer este libro tienes que tener dos cosas: mucha paciencia y mucha memoria. 

Te preguntarás ¿por qué?, pues porque es un libro gordito, con muchas páginas en el que se entremezclan muchas historias y cuando digo se entremezclan es literalmente. Las historias empiezan, se quedan a medias, empiezan otras, se quedan a medias, terminan las primeras, empiezan otras, terminan las segundas…. Así es el ritmo del libro. Un auténtico ejercicio de memoria.

A pesar de ello, es un libro bien escrito y las historias están bien narradas. Si fuéramos capaces de desenredarlas, cada una de ellas sería una historia completa sin faltar ninguna parte. Un auténtico mérito por parte del autor, que no sé cómo lo hizo. 

Comprenderás con todos estos cambios no es posible hacer un resumen correcto del argumento del libro, pero lo que sí puedo es decirte que en él hay auténticas leyendas como la historia de la Mano de Fátima, que a mí fue la que más me gustó pues no tenía ni idea del origen del significado de protección que se le da a dicho amuleto.

Si no te gusta el libro siempre puedes buscar esta parte, que de hecho quizás sea la única que se puede leer prácticamente del tirón. 

Bueno críticos esta vez creo que sois un poco duros, no son de los mejores y es un auténtico enrredo pero en él hay varias historias bonitas. Bueno esta bien quizás soy demasiado buena en mis críticas.

¡Hasta el miércoles!


martes, 5 de mayo de 2015


 

Muchas veces andar por dentro del vagón se hace imposible, bien porque andes como un pato mareado, porque esté lleno hasta las trancas o porque te encuentres a tantos mochileros juntos que pasar por el medio sea un riesgo supremo. Pero lo del otro día ya raya los inimaginables. 

Allí en el suelo, entre los dos vagones había como cinco o seis bultos enormes del tamaño de medio mini, si, no exagero. Eran unas bolsas de esas de cuadritos llenas de a saber qué,  encintadas por todos lados para que no se saliera el contenido. Estaban amontonadas unas encima de las otras y de fondo solo se escuchaba el murmullo de los dueños que hablaban en extranjero. 

Todo el mundo pensaba lo mismo, en sus caras se reflejaban: “¿dónde va esta gente con esos paquetones?“ Pero nunca lo sabremos,  yo no los vi salir de allí. Aunque me pica la curiosidad de saber cómo iban a llevarlos:  ¿a cuestas?  ¿a rastras...? Desde luego eran más grandes que ellos mismos, no tenían muchas opciones.
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