miércoles, 24 de junio de 2015


En toda biblioteca que se precie no puede faltar un libro como el que vamos a hablar hoy, porque es un clásico más antiguo que la tos y porque de verdad merece la pena. 

Esta novela es una de esas joyas en papel que fue publicada en 1979 y que al día de hoy se puede decir que sigue siendo un número uno. Arranca con el ingreso en un hospital psiquiátrico de Alice Gould, una detective que siguiendo las pistas de un caso de homicidio decidirá internarse o eso creemos. La verdad es que el libro es una sucesión de aventuras de idas y venidas entre la protagonista y los personajes del centro hospitalario que nos harán dudar en todo momento de la cordura de Alice. ¿Estará loca o solo será un papel? 

El autor de la novela Tortuato Luca de Tena, cuidó mucho el lenguaje específico de la rama de psiquiatría, pero ojo está escrito de una manera que resulta muy comprensible. Las descripciones detalladas y minuciosas nos hacen imaginarnos los pasillos y salas de un hospital de estas características,  y ya ni contamos con esa capacidad extraordinaria de jugar con nosotros al despiste. 

Igual este hombre fue un prodigio que supo plasmar en letras todos los desvaríos  de esos “desventurados errores de la naturaleza” como él los llamaba o quizás simplemente sea el resultado de una minuciosa preparación por parte del autor, que decidió pasar unos 18 días internos en una de estas instituciones. 

Claro que después de leer el libro y conocer este dato,  me queda la duda de si él estaba demasiado cuerdo o demasiado loco y esto solo sea el reflejo de lo que pasaba por su mente. Nunca lo sabremos ahora eso si nos dejó este magnífico regalo que es para volverse loco,  nunca mejor dicho. 
Si, es impresionante e imprescindible! no se puede dejar pasar. 

¡Hasta el miércoles!




martes, 23 de junio de 2015



Ayer volvía a casa agotada, con el cansancio acumulado de las celebraciones del fin de semana y de los madrugones de un lunes. Además sin poder descansar, porque la lista de turno se pilló corriendo el último asiento libre del vagón. En fin que me tocó ir de pie y mirando a las musarañas. 

En una de esas veces me dio por mirar a un abuelillo que había sentado delante de mí. Y me extrañé al ver que de repente  por sus labios asomaban dos dientes y que luego se volvían a esconder. Pensé  que debía haberme dormido de pie, pero no porque aquellos dientes volvieron a asomar y lo hicieron con un soporte de plástico y metal todo babeado. Ahí fue cuando me di cuenta que aquel hombre iba entretenido dando  vuelvas a la dentadura postiza dentro de su boca. 

Hombre, no soy quién para criticar el entretenimiento de la gente pero mira que no hay cosa que me dé más asco, que ver una dentadura postiza paseándose por una boca… Así que supondrás que el único entretenimiento por el que yo opte fue el de mirar la pequeñas televisiones del metro a estas alturas ye me sé todas las estaciones de la líneas de metro, los servicios que hay en cada una de ellas, hasta las recomendaciones en libros de los asiduos pasajeros. ¡Vamos! Que puedo hacer de guía y todo.
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